Sacando la arqueta de la iglesia parroquial. |
El pasado domingo 31 de mayo, acompañé a la alcaldesa de Astorga a un nuevo encuentro con la población de Clavijo, una de las localidades con la que la nuestra está hermanada. Ha sido mi segunda visita en estos cuatro años de gobierno municipal. Y me siento orgullosa de haber participado por segunda vez en la tradición de un pueblo, aunque no todos los ritos que la rodean me gusten de la misma manera. Fueron muchas las gentes de uno y otro lado que participaron en esta visita, en la que tuve el honor de portar una vez más la arqueta de las tres llaves cuya tradición dice guarda un pedazo del estandarte que participó en la batalla de Clavijo, exactamente para sacarla de la iglesia en la que se custodiaba desde su llegada.
Después vendría la subida hasta la Basílica de Santiago y la fiesta de hermandad.
Y en medio de todo ello, un momento para que el inmenso paisaje presidido por los restos de la fortificación de origen musulmán que domina el valle desde la parte más alta de Clavijo, inspirara unos estos versos.
Me invade la quietud de los silencios
solo rotos por el trino de los pájaros.
Allá, más lejos,
el rumor inquieto de unas risas infantiles.
Y sobre mi cuerpo
la caricia del viento resbalando por mi espalda.
31 de mayo de 2015
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