Calló el susurro
de la pluma
dibujando
negras huellas
sobre la inmaculada tez
de un papel en blanco.
Callaron las
palabras
y se perdieron
los versos
entre la floresta
descuidada
de un jardín
olvidado,
de una fuente para
la sed perdida,
de un mirador
abandonado en las horas del ocaso.
Callaron para
siempre.
O tal vez
quedaron sólo en el letargo.
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