UNA REFLEXIÓN CONTRA LA VIOLENCIA
MACHISTA TRAS EL DÍA DE LA NO VIOLENCIA. Por Mercedes G. Rojo.
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En un balcón del Palacio de los Guzmanes |
1 de febrero
de 2016. Una vez más acudo a la concentración de los “Lunes sin sol” convocado
en León cada vez que una o más mujeres son asesinadas por violencia de género.
Ya no me llegan los dedos de ambas manos para contar el número de convocatorias
que se han sucedido en las últimas semanas, sin mediar una sola de tregua.
La
concentración se realiza en un emblemático lugar de la capital leonesa, justo
delante del Edificio Botines, flanqueada por una pancarta colgada en uno de los
balcones del Palacio de los Guzmanes, sede de la Diputación, en la que se
recoge el número de asesinadas durante lo que va de año. De frente se ve
también, claramente, la que, colgando del edificio del antiguo consistorio,
recuerda el número de asesinadas en los últimos años. Dos edificios públicos y
artísticamente emblemáticos que forman parte del León monumental visitado por
todos los turistas y cuantas personas recorren León.
Convocada
cada lunes por uno de los grupos que forman la Plataforma “Lunes sin sol”, este
lunes el manifiesto ha estado leído por un hombre que, tras el consiguiente
minuto de silencio, ha hablado de otra madre, hija, hermana, amiga…, que ha
sido asesinada por el afán posesivo de quien se cree con el derecho de juzgarla
y manipularla. Un hombre. Y lo hacía otro hombre que hablaba en nombre de
muchos otros así como de las mujeres a las que representaba.
Este martes,
también Astorga tendrá un recuerdo para la última asesinada por violencia de
género. Una mujer de 46 años, a quien se le arrebató su vida no muy lejos de
aquí, en Avilés. Una vez más un reducido grupo de personas (me temo) nos
reuniremos ante nuestro ayuntamiento para guardar un minuto de silencio por
ella y leer un manifiesto contra un hecho que la propia OMS (Organización
Mundial de la Salud) definió ya en 1996 como “un problema de salud pública de
primera magnitud, con repercusiones jurídicas”. Pero en el caso de nuestro
municipio nada recuerda oficialmente, al resto de la sociedad como sí hacen
otras entidades públicas, cuántas mujeres han sido masacradas por esta lacra.
Su recuerdo parece no merecer poder estropear la foto de nuestra emblemática
“Casa de todos”, aunque sea por unas
horas. Así mismo, parece no merecer tampoco que ningún representante de los
grupos políticos que actualmente gobiernan nuestra ciudad (y que apenas hace
dos meses presentaban y aprobaban una moción contra todo tipo de violencias)
gasten ni siquiera cinco minutos de su tiempo en hacerse presentes, al
menos en nombre de la ciudadanía a la
que representan, para rechazar de plano este tipo de actuaciones.
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En el antiguo Consistorio de la conocida Plaza de las Palomas. |
Mientras esto
sucede, queda también atrás el 30 de enero, en el que los colegios españoles
celebraban el Día Escolar por la no Violencia. Pasando su víspera por delante de algunos de esos centros (este
año el día caía en sábado, día no lectivo), pude comprobar cómo el alumnado
realizaba diferentes actos en sus patios. Al escucharles no pude menos de
preguntarme qué sociedad estamos mostrando a nuestra infancia, a nuestra
juventud, en la que la falta de respeto a las mujeres sigue quedando patente en
la cotidiana forma de actuar de gran parte de nuestra clase política, de
profesionales de la prensa e, incluso, de quienes se suponen tienen en sus
manos su educación y su futuro. Los ejemplos en la forma de actuar son, muchas
veces, lamentables.
Observo, y
siento pena de ver como hemos tirado por la borda el esfuerzo de tantos años
por construir un mundo más justo para todos. Y para todas. Porque también el
uso del lenguaje es “excluyente”. Y si no que se lo pregunten a quienes, en
alguna clase de Educación Infantil (con niños y niñas de 3 a 6 años, con
sospechas mínimas de ser partidistas en asuntos como éste) han sido testigos de
la reacción de las niñas ante el
comentario “inocente” de la maestra (tal vez también de los pocos maestros que
dan clase en esta franja de edad). “A ver, niños, podéis salir al patio”. Y el
ahora sí inocente comentario de una niña preguntando “Seño, ¿y las niñas qué
hacemos?”. Con comentarios como éstos queda claro que nuestra gente más menuda
que no entiende aún más que de evidencias, se siente excluida del masculino
genérico, que no es más que un convencionalismo impuesto en la lengua con la aparición
de la Real Academia de la Lengua.
Si desear un
futuro más justo para mi hija y todas las hijas del mundo, en el que no tengan
que demostrar dos veces lo que valen por el hecho de ser mujeres; en el que puedan expresarse libremente y su
opinión tenga la misma validez que la de los hombres que caminan junto a ellas;
en el que no se las juzgue por su físico ni por su forma de vestir, si no por
su valía; … es ser feminista, ¡sí, lo soy!
Si luchar
porque existan recursos para aplicar una Ley que busca proteger a las mujeres y
a sus hijos e hijas de la sistemática violencia de los hombres que durante
siglos han ejercido sobre ellas no solo la violencia sino la humillación en sus
más variadas y denigrantes formas, es ser feminista, ¡sí, lo soy!
Si defender que
se actualice el lenguaje de forma menos excluyente, porque así lo demanda la
sociedad en la que vivimos, en el marco de una lengua que está viva y que
actualiza términos y conceptos en función del uso, es ser feminista ¡sí, lo
soy!
Si
visibilizar el trabajo que durante siglos han realizado las mujeres y los
logros que han permitido avanzar a las sociedades de todos los tiempos, para
que nuestras niñas y nuestras jóvenes tengan modelos en los que mirarse más
allá de los que les impone una sociedad que juega con su imagen, es ser
feminista ¡sí, lo soy!
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La única pancarta que ha lucido el Ayuntamiento de Astorga en 8 meses. | | Ésta no estorba para la foto. |
Y para
aquellos “navegantes” que siguen pensando que ser feminista es odiar a los
hombres y obviar todo lo que día a día aportan a la sociedad (en su condición
de personas), les sugiero que miren un poco más allá de sus narices y que se
informen bien y sin prejuicios. Porque nada más lejos de la realidad. Entre
otras cosas el feminismo (al menos el verdadero) construye, mientras el
machismo destruye. El primero parte de un camino para andar juntos y en igual de
condiciones, mientras que el segundo parte de la superioridad del “macho” sobre
la mujer. El feminismo es valiente; el machismo, cobarde.
Puede que
haya quien, entre manifestaciones arbitrarias y contenida rabia, se ofenda
cuando alguien le insinúa que muestra actitudes machistas. Yo, se lo aseguro,
no me siento ofendida si, en mi lucha
por tratar de conseguir un mundo mejor y más igualitario para cuantas personas
conforman esta sociedad en la que vivimos, alguien me llama “feminista”. Antes
al contrario, me siento orgullosa de que sean conscientes del trabajo que estoy
realizando para conseguir que esta
circunstancia sea realidad y no utopía. Por otro lado, y ya para concluir,
recordar también lo que dice uno de nuestros refranes más sabios, y es que “no ofende el que quiere, sino el que puede”.