
Los meses de verano siempre resultan para mí un impás en esto de la escritura. Lleno sin parar hojas y libretas de notas, apuntes, recuerdos, ideas... Pero a veces me resulta complicado sentarme delante de mi ordenador a darle forma a las mismas.
Ahora tengo tarea para rato, pues son muchas las experiencias acumuladas durante estos meses y muchas las cosas que quiero compartir con aquellos que me seguís.
En cuanto a las crónicas del viaje en torno a "Días impares", voy a comenzar con la visita realizada a la Casa de León en Madrid, allá por el 30 de junio pasado. No sé si se me queda alguno por medio, lo iré repasando, pero la idea me surge cuando al visitar mi facebook esta mañana me ha saltado un recordatorio en torno a la exposición fotográfica que el pasado año por estas fechas Ángel Alonso Carracedo, quien me presentó en Madrid, llevaba a Astorga. Entonces yo le dediqué en los medios un artículo sobre mis impresiones acerca de la colección de fotografías que presentaba y que yo había conocido previamente unos meses antes. Ahora, en junio él escribió para mi presentación en Madrid las líneas que ha continuación comparto.
A través de dichas impresiones, y de otras que han ido surgiendo en los diferentes recorridos de "Días impares", todo me hace pensar que aquella frase a menudo nos repetía mi profesor de literatura de COU acerca de la trascendencia de los libros se está haciendo realidad con el mía. Y es que si yo he sido quien lo ha escrito, a cada paso que doy en su viaje entre el público lector, se me descubren perspectivas nuevas de boca de sus lectores y lectoras. El libro, "Días impares", ha dejado de ser mi propia criatura para convertirse también en la de los demás. Siempre una diferente. Gracias por este inmenso regalo.

DÍAS IMPARES, por Ángel Alonso Carracedo (su reflexión)
¿Por qué días impares? ¿ Por qué un titulo parcial, como incompleto? ¿Eludes los días pares como si no fueran parte de tu vida? Al margen de supersticiones numéricas - cada uno tiene las suyas - voy a iniciar esta presentación con un juego de aritmética, tan de aula colegial, para tratar de encontrar pistas.
El número impar siempre deja un sobrante marginal en los agrupamiento por mitades. Necesita imperiosamente de otro dígito non para encontrar la igualdad, el encaje a partes iguales. Sin embargo, en una representación gráfica, por ejempli, pongamos tres, cinco, siete... objetos en fila, siempre será capaza de identificar visualmente el testigo que representa el justo medio. Es un equilibrio. Y ahí, con ese grafismo, me identifico con los contenidos del libro de Mercedes. Tiene equilibrio, pero no el estrictamente numérico, sino el de la sensibilidad, muy femenina, el de unos sentimientos a flor de piel que, aunque lejanos, siguen lozanos, militancia en rasgos tan humanos como las evocaciones de tiempos pasados, la rebeldía ante la injusticia y los sueños que movilizan una existencia personal.

Mercedes, creo, ha optado por una semblanza fiel de su intimidad, muy física, muy corpórea. Empieza por una dedicatoria a madre, compañero e hija, un triángulo de cercanía amorosa y cálida. Sigo la pista y, en ele prólogo de Marifé Santiago, me detengo en acepciones respecto a Días Impares como "rebelión melancólica", "textos ígneos" y "cofre de secretos" que, entiendo, resumen propósitos y hago mías en esta presentación.
Empieza la serie de relatos en verso y prosa con el apartado SENSACIONES, y , a decir verdad, muchas y variadas son las que concurren: la emoción por la luz, la oscuridad temerosa e introspectiva, el frío paralizante y el calor vivificador que acompañan a un peregrino jacobino; el color melancólico del otoño y la irrupción de un amor nunca olvidado, siempre latente en un cincuentón que no sugiere voluptuosidades delibescas, pero que se recoge en ese pronombre olvidado: ELLA, rememorado ene la literatura por Víctor Hugo (todo el que haya amado sabe las acepciones resplandecientes que contienen las tres letras de esta palabra: ELLA), o Juan Goytisolo que reclama el contundente ELLA para rememorar la sabiduría exportada a su intelecto por su mujer y compañera, Monique Lange, al poco de fallecer; y una, también muy próxima a todos los que gustan del placer de leer, el parnaso bibliográfico de una librería de viejo, reserva espiritual de tanta literatura que fue patrimonio para siempre de nuestra infancia. Hay también una sugestiva concesión al humor de una media sonrisa, entre pilla y cómplice, con un intencionado juego equívoco de palabras en la atracción por unas manzanas en plena madurez arbórea.
La mujer inquieta, militante, asoma reivindicativa en el segundo apartado: TRAGEDIA o el compendio del drama de los refugiados y migrantes; de la irracional violencia de género, en ese verso demoledor desde el mismo título: Miedo; del éxodo femenino en tierras y países, donde se desprecia el fabuloso concurso de las excelencias intelectuales y morales de la mujer. Una discrepancia en esa ficticia carta de Dulcinea a Don Quijote. La admiración platónica de un hombre hacia una mujer nunca es menoscabo de sus valores e indepencia. Es un reconocimiento de la admiración por su belleza interna y externa, plasmado por tantos maestros de la literatura universal en el género por excelencia de la sinceridad: la lírica. Simpre escrita con manos blancas.
Y llega el meollo, nos lo dejas para el final. Es el apartado INTIMIDAD. Complejidades difíciles de discernir. Por prudencia, miedo al error y respeto al tiempo concedido, brevedad. Denoto impresiones nacidas de la noche; a vecer cruentas y oscuras, como las de inviertno; otras veces, felices, genterosas, como las del estío, desembocando en rituales ancestrales y festival de sentidos. Y el mar, una inmensidad que no llega a agotar tus inquietudes.
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