lunes, 11 de noviembre de 2013

"COSAS DE NIÑOS". UN RELATO EN TORNO A LOS PERSONAJES FAMOSOS DE LA HISTORIA COTIDIANA DE ASTORGA

La Concejalía de Cultura de Astorga, de la cual soy responsable en esta legislatura, acaba de poner en marcha un nuevo programa para recuperar la memoria de esos personajes entrañables que se han paseado por la historia más cotidiana de nuestro municipio, llenando de anécdotas y de referencias la vida de muchas de las personas que nacieron, nacimos, en él durante el pasado siglo. 
Un estupendo proyecto que busca la participación ciudadana, porque su memoria está en el espíritu de la ciudad y de todos, todas, cuantos la habitamos. 
Os dejo aquí su enlace para que os informéis del mismo y, si os apetece, podáis participar.



Naturalmente, como organizadora de dicho proyecto, yo no voy  participar en el mismo  ni proponiendo ni escribiendo sobre ninguno de los personajes que por fin salgan elegidos, pero sí que quiero dejar en mi blog personal, una referencia (en este caso literaria) a uno de esos personajes que hasta hace bien poco fue una referencia en todo Astorga, hasta tal punto que se le conocía por su nombre de pila y, a nombre de apellido, el de su profesión. Habrá quien me lo haya oído contar. Ahora lo dejo aquí escrito, como homenaje a esa persona cuyo nombre no hago público por no dar pistas, pero que seguro que estará en la memoria de mucha gente. 

cosas de niños.

Sólo alcanzaba a ver un par de zapatos masculinos con cordones, (nunca ha conseguido recordar muy bien si eran marrones o negros), ni siquiera el bajo de los pantalones que los acompañaban.
Allí, bajo la mesa camilla cubierta con unas tupidas faldas de invierno, se había parapetado huyendo de la tan temida aguja.  El miedo la hacía acurrucarse hasta casi confundirse con el suelo de madera y, aunque se mantenía en completo silencio, su corazón latía tan fuerte que estaba segura de que acabarían oyéndola. Para evitarlo, procuraba contener todo lo posible la respiración, mientras mantenía en su mano, apretado con fuerza, hasta casi hacerse daño, un tenedor como única arma defensiva.
- Hace un momento estaba aquí -, oyó como le decía su madre al practicante, y escuchó sus llamadas y sus pasos recorriendo la casa en su busca. De vuelta a la salita, donde el sanitario preparaba sus bártulos, es imposible saber si fue el fuerte latir de su corazón o más bien la intuición materna la causa de su descubrimiento. Pero, de pronto, las faldas de la mesa desaparecieron a instancias de unas manos, y ella quedó al descubierto.
-          Aquí está -, dijo su madre.
Dos cabezas asomaron bajo la mesa y unos brazos trataron de arrastrarla hacia el exterior.
-          Vamos, tontita, si no es nada. Sólo un pinchacito del que no te vas ni a enterar.
Consiguió escapar por la parte de atrás de la mesa  y se parapetó detrás de ella, esgrimiendo el tenedor hacia el practicante.
-          ¡Si te acercas, te pincho! -, amenazó convencida del poder de su arma.

Los dos adultos se miraron con un gesto de asombro sin llegar a imaginar de donde toma la niña su impulso atacante, ella, habitualmente tan pacífica. Pero acaban riéndose ante la actitud defensiva que  asume frente a lo que considera un enorme peligro amenazante para ella.
Durante unos instantes, la situación parece un juego de pillar... escudándose siempre tras la mesa, lanzando a diestro y siniestro estocadas de tenedor que se pierden en el vacío, mientras su madre y el practicante tratan de sujetarla sin hacerle daño. Pero, durante un rato, consigue siempre escurrirse de su abrazo.
Por fin, acorralada en una esquina, consiguen arrebatarle “tan terrible arma” y proceder al doloroso atentado contra su cuerpo, no sin antes tener que evitar un último intento para soltarse, esta vez sin otra arma que las insistentes patadas lanzadas por sus menudas piernas.

            Es pequeña, apenas tendrá 6 o 7 años, pero se defiende como una leona protegiendo a sus cachorros. Ni ella ni su madre consiguen saber de dónde le viene ese desmesurado horror a las agujas. Nunca ha estado enferma, y sólo ha pasado por las vacunas de rigor. Pero el terror está ahí, presente, ineludible, a pesar de la cercanía personal del practicante que es también vecino y la trata a menudo, pues también tiene hijas de su edad.
            Cuando por fin se enfrenta al ataque de la inyección inevitable, contiene las lágrimas con obstinación, sintiendo  más rabia que dolor, y castiga al atacante con la más dura  y altiva de sus miradas.  Después se refugia en su cuarto, ajena al consuelo solícito de su madre, que por un momento se ha convertido también en su enemiga. Y permanece acurrucada un buen rato todavía, después de haber oído como la puerta se cerraba tras el practicante y la casa recobraba, de nuevo, su habitual  quietud.
            Con los años, alguna vez más tuvo que pasar por el proceso de ser pinchada – no muchos ¡a Dios gracias! -, y, aunque controlada, no pudo librarse nunca de la aprensión a la aguja, hasta el extremo de ser incapaz de mirar cada vez que una penetraba en su cuerpo. Y, sin embargo, cuando recuerda el episodio de su infancia, no recuerda la sensación de la jeringuilla penetrando en su carne, sino más bien la especie de azote que aquel practicante le daba con dos dedos antes de cada pinchazo. Dolía más que el propio aguijonazo, y aún es capaz de recordarlo con tal claridad, que incluso, si la apuran, podría decir que vuelve a sentirlo.
También se recuerda a sí misma, pequeña, con un reducido tenedor en su mano amenazante, enfrentándose valiente al causante de su miedo, y no puede por menos de esbozar una sonrisa ante tan ridícula imagen, y pensar:
¡Cosas de niños!

NOCHE DE DIFUNTOS. Un relato de Mercedes G. Rojo, en "La llave del Camino".

Llamador en Santiagomillas. M.G.R.
Hace apenas unos días pasamos un año más por el Día de todos los Santos y la Noche de difuntos. Las calles de nuestras ciudades se llenaron de jóvenes celebrando "Halloween", una fiesta que nos llega desde más allá del océano, invadiendo incluso nuestras aulas con unas tradiciones que nos son ajenas pero que, como tantos otros efectos de la globalización, parecen haberse ya aposentado para siempre entre nosotros. 
Al hilo de estas circunstancias, un buen día, no hace demasiado tiempo, escribí un relato, que acabó siendo publicado porVictoria Ylla (Vicky) en su nueva aventura periodística "La llave del Camino". 
Sé que las visitas han sido muchas, seguramente debido más al éxito que está alcanzando su revista (en formato papel y en digital) que a los méritos del propio relato en sí. 
Por si os apetece, os dejo aquí el enlace para que podáis leerlo, y así de paso conozcáis este nuevo proyecto si es que aún no lo habéis descubierto. 

Espero que os haga pasar un rato agradable. Yo me divertí mucho escribiéndolo, especialmente pensando en mi hija. .