domingo, 14 de octubre de 2012

CUANDO LA DISCRIMINACIÓN SE MANIFIESTA HASTA EN LAS PROPIAS PALABRAS.

Hace unos días, un cargo público español, en concreto el presidente del Consejo General de la Ciudadanía en el Exterior, José Manuel Castelao Bragaño, hizo en público unas inoportunas e improcedentes afirmaciones (aunque fueran dichas a modo de comentario aparentemente informal) diciendo lo siguiente: 
"Las mujeres, como las leyes, son para violarlas". 
Esto ocurrió en España, y quienes tuvieron la poca fortuna de ser testigos de dichas palabras denunciaron en público su actitud y pidieron, naturalmente, su cabeza política. Porque representantes políticos de tal calaña no merecen estar representando a una sociedad en la que al menos el 50 % son mujeres y a las que se les demuestra tan poco respeto (aunque según él mismo en posteriores declaraciones esa no sea la realidad porque las valora mucho). 
Pero ya dice el refrán: "cuando el río suena... agua lleva". ¿Y qué se va a esperar de un hombre (o a otra persona cualquiera, si así hubiera sido el caso) al que tan inconscientemente se le escapan comentarios tan desafortunados como éste? ¿Qué esperar de alguien que muestra tan poco respeto por las mujeres y por las leyes que deben poner orden en el día a día de la convivencia de un país, asegurando el acceso a todos los derechos de todas y cada una de las personas que lo conforman?
Desde luego, si tenemos la más mínima sensibilidad, y aunque solo sea una mínima dosis de sentido común, es inevitable que tengamos que hacer público nuestro rechazo ante actitudes y comportamiento como los del Sr. Castelao, para que todo el mundo se entere de lo que tenemos a nuestro alrededor, en muchos casos - supuestamente - representándonos.

Mi forma de hacerlo será, no solamente dejando aquí el enlace para poder sumarse a la petición organizada por el Consejo de Mujeres de Madrid para que este individuo desaparezca de la vida pública de nuestro país,  sino recordar también la situación a la que esta falta de respeto hacia las mujeres y las leyes está llevando en lugares como por ejemplo "Ciudad Juárez", en México. Puede parecernos un extremo, pero desde la posición en la que ahora mismo estoy os puedo asegurar que el grado de violencia hacia las mujeres en el día a día, en sus situaciones familiares, (independientemente de los resultados a los que se llegue) está de nuevo creciendo como resultado de las situación económica y social en la que nos estamos desenvolviendo en los últimos tiempos. Y es que cuando hay problemas externos, al final siempre la pagan las mismas.

El pasado 1 de septiembre, tuvo lugar en Veguellina de Órbigo, una lectura solidaria para recordar una lacra social que afecta a multitud de mujeres mexicanas, en concreto de Ciudad Juárez, por el único "pecado" de haber nacido mujeres. La falta de respeto por las mismas es total en un lugar donde no se respetan sus derechos y tampoco se respetan las leyes. Unas amigas me invitaron a participar en este acto reivindicativo, que se celebró al mismo tiempo en multitud de lugares del mundo, para tratar de luchar contra esta injusticia desde la palabra, desde la poesía, en un intento de que no se olviden situaciones como las que están viviendo estas mujeres, pero que se repiten con las mismas u otras fórmulas en múltiples lugares del mundo (aunque la intensidad de la violencia ejercidad no siempre sea la misma).

Este es el poema que yo aporté para ese momento, aunque hay muchos aspectos que podríamos extrapolar para otros espacios y situaciones.

ME LLAMO CIUDAD JUÁREZ... 

Me llamo Ciudad Juárez,
y corre por mis calles
la sangre de miles de mujeres
cuya identidad ha sido enterrada en las cunetas,
la sangre de todas esas mujeres
que la han visto vertida por sorpresa.

Me llamo Ciudad Juárez,
y fui engendrada en el vientre
de cientos de mujeres  que parieron a mis hijos,
los mismos hijos que olvidaron luego
que ellas eran sus madres,
                sus hijas, sus hermanas…
                               sus novias, sus esposas…
Esos mismos hijos que un día
convirtieron en violencia
el dulce sabor de la leche
con que sus pechos los amamantaron,
la ternura con la que sus manos
curaron sus heridas
y sus besos calmaron sus desgracias.

Me llamo Ciudad Juárez,
y me han parido miles de mujeres
cuyos nombres han desaparecido
en el tiempo y el olvido.

Me llamo Ciudad Juárez
y lloro hora a hora…, día a día…
y clamo sin que me escuchen,
por la violencia ejercida contra todas esas mujeres
sin las que nunca habría existido,
la violencia de los hombres
que trafican con ellas…
de los gobernantes que vuelven la vista
ante su desgracia…,
de las leyes que siguen manteniéndolas
en el olvido.

Me llamo Ciudad Juárez,
pero mi nombre es el nombre de la desgracia,
de la ingratitud
                               de la injusticia
                                                               del mercado…
Mi nombre es el nombre olvidado
de sus mujeres asesinadas,
es el nombre del miedo que se esconde
en cada mujer que habita entre estas calles.

Me llamo Ciudad Juárez…
Y también María…, Margarita…, Isabela…, Azucena…
nombres de mujeres que encontraron la muerte
en estas calles,
por el simple delito de nacer mujer
en un mundo dominado por la más irracional de las leyes:
-          la de ser "hombre".

Me llamo Ciudad Juárez.
                Pero no os confundáis.
Mi nombre podría convertirse en cualquier otro
si el silencio bochornoso
que impone la mirada hacia otro lado
se sigue extendiendo sobre el nombre de mis hijas.

Me llamo Ciudad Juárez.
Y mis apellidos son  el miedo y el olvido.


Y PARA RECORDAR QUE LAS SITUACIONES EXTREMAS PUEDEN LLEGAR DESDE LA INSTAURACIÓN PERMANENTE DE LA FALTA DE RESPETO: 

Petición para que el ex presidente del Consejo General de la Ciudadanía en el Exterior, José Manuel Castelao Bragaño, que se permitió afirmar que "las leyes son como las mujeres, están para violarlas" no ejerza nunca más un cargo público y que no reciba ningún salario proveniente del dinero de toda la ciudadanía


FIRMA FIRMA FIRMA FIRMA FIRMA FIRMA Petición para que José Manuel Castelao Bragaño no vuelva a ejercer ningún cargo público.