martes, 2 de febrero de 2016

HOY TOCA REFLEXIÓN.



UNA REFLEXIÓN CONTRA LA VIOLENCIA MACHISTA TRAS EL DÍA DE LA NO VIOLENCIA.  Por Mercedes G. Rojo.


En un balcón del Palacio de los Guzmanes
1 de febrero de 2016. Una vez más acudo a la concentración de los “Lunes sin sol” convocado en León cada vez que una o más mujeres son asesinadas por violencia de género. Ya no me llegan los dedos de ambas manos para contar el número de convocatorias que se han sucedido en las últimas semanas, sin mediar una sola de tregua.
La concentración se realiza en un emblemático lugar de la capital leonesa, justo delante del Edificio Botines, flanqueada por una pancarta colgada en uno de los balcones del Palacio de los Guzmanes, sede de la Diputación, en la que se recoge el número de asesinadas durante lo que va de año. De frente se ve también, claramente, la que, colgando del edificio del antiguo consistorio, recuerda el número de asesinadas en los últimos años. Dos edificios públicos y artísticamente emblemáticos que forman parte del León monumental visitado por todos los turistas y cuantas personas recorren León.
Convocada cada lunes por uno de los grupos que forman la Plataforma “Lunes sin sol”, este lunes el manifiesto ha estado leído por un hombre que, tras el consiguiente minuto de silencio, ha hablado de otra madre, hija, hermana, amiga…, que ha sido asesinada por el afán posesivo de quien se cree con el derecho de juzgarla y manipularla. Un hombre. Y lo hacía otro hombre que hablaba en nombre de muchos otros así como de las mujeres a las que representaba.
Este martes, también Astorga tendrá un recuerdo para la última asesinada por violencia de género. Una mujer de 46 años, a quien se le arrebató su vida no muy lejos de aquí, en Avilés. Una vez más un reducido grupo de personas (me temo) nos reuniremos ante nuestro ayuntamiento para guardar un minuto de silencio por ella y leer un manifiesto contra un hecho que la propia OMS (Organización Mundial de la Salud) definió ya en 1996 como “un problema de salud pública de primera magnitud, con repercusiones jurídicas”. Pero en el caso de nuestro municipio nada recuerda oficialmente, al resto de la sociedad como sí hacen otras entidades públicas, cuántas mujeres han sido masacradas por esta lacra. Su recuerdo parece no merecer poder estropear la foto de nuestra emblemática “Casa de todos”, aunque  sea por unas horas. Así mismo, parece no merecer tampoco que ningún representante de los grupos políticos que actualmente gobiernan nuestra ciudad (y que apenas hace dos meses presentaban y aprobaban una moción contra todo tipo de violencias) gasten ni siquiera cinco minutos de su tiempo en hacerse presentes, al menos  en nombre de la ciudadanía a la que representan, para rechazar de plano este tipo de actuaciones.
En el antiguo Consistorio de la conocida Plaza de las Palomas.
Mientras esto sucede, queda también atrás el 30 de enero, en el que los colegios españoles celebraban el Día Escolar por la no Violencia. Pasando su víspera  por delante de algunos de esos centros (este año el día caía en sábado, día no lectivo), pude comprobar cómo el alumnado realizaba diferentes actos en sus patios. Al escucharles no pude menos de preguntarme qué sociedad estamos mostrando a nuestra infancia, a nuestra juventud, en la que la falta de respeto a las mujeres sigue quedando patente en la cotidiana forma de actuar de gran parte de nuestra clase política, de profesionales de la prensa e, incluso, de quienes se suponen tienen en sus manos su educación y su futuro. Los ejemplos en la forma de actuar son, muchas veces, lamentables.
Observo, y siento pena de ver como hemos tirado por la borda el esfuerzo de tantos años por construir un mundo más justo para todos. Y para todas. Porque también el uso del lenguaje es “excluyente”. Y si no que se lo pregunten a quienes, en alguna clase de Educación Infantil (con niños y niñas de 3 a 6 años, con sospechas mínimas de ser partidistas en asuntos como éste) han sido testigos de la reacción de las niñas  ante el comentario “inocente” de la maestra (tal vez también de los pocos maestros que dan clase en esta franja de edad). “A ver, niños, podéis salir al patio”. Y el ahora sí inocente comentario de una niña preguntando “Seño, ¿y las niñas qué hacemos?”. Con comentarios como éstos queda claro que nuestra gente más menuda que no entiende aún más que de evidencias, se siente excluida del masculino genérico, que no es más que un convencionalismo impuesto en la lengua con la aparición de la Real Academia de la Lengua.
Si desear un futuro más justo para mi hija y todas las hijas del mundo, en el que no tengan que demostrar dos veces lo que valen por el hecho de ser mujeres;  en el que puedan expresarse libremente y su opinión tenga la misma validez que la de los hombres que caminan junto a ellas; en el que no se las juzgue por su físico ni por su forma de vestir, si no por su valía; … es ser feminista, ¡sí, lo soy!
Si luchar porque existan recursos para aplicar una Ley que busca proteger a las mujeres y a sus hijos e hijas de la sistemática violencia de los hombres que durante siglos han ejercido sobre ellas no solo la violencia sino la humillación en sus más variadas y denigrantes formas, es ser feminista, ¡sí, lo soy!
Si defender que se actualice el lenguaje de forma menos excluyente, porque así lo demanda la sociedad en la que vivimos, en el marco de una lengua que está viva y que actualiza términos y conceptos en función del uso, es ser feminista ¡sí, lo soy!
Si visibilizar el trabajo que durante siglos han realizado las mujeres y los logros que han permitido avanzar a las sociedades de todos los tiempos, para que nuestras niñas y nuestras jóvenes tengan modelos en los que mirarse más allá de los que les impone una sociedad que juega con su imagen, es ser feminista ¡sí, lo soy!
La única pancarta que ha lucido el Ayuntamiento de Astorga en 8 meses.  Ésta no estorba para la foto.
Y para aquellos “navegantes” que siguen pensando que ser feminista es odiar a los hombres y obviar todo lo que día a día aportan a la sociedad (en su condición de personas), les sugiero que miren un poco más allá de sus narices y que se informen bien y sin prejuicios. Porque nada más lejos de la realidad. Entre otras cosas el feminismo (al menos el verdadero) construye, mientras el machismo destruye. El primero parte de un camino para andar juntos y en igual de condiciones, mientras que el segundo parte de la superioridad del “macho” sobre la mujer. El feminismo es valiente; el machismo, cobarde.
Puede que haya quien, entre manifestaciones arbitrarias y contenida rabia, se ofenda cuando alguien le insinúa que muestra actitudes machistas. Yo, se lo aseguro, no me siento ofendida si,  en mi lucha por tratar de conseguir un mundo mejor y más igualitario para cuantas personas conforman esta sociedad en la que vivimos, alguien me llama “feminista”. Antes al contrario, me siento orgullosa de que sean conscientes del trabajo que estoy realizando  para conseguir que esta circunstancia sea realidad y no utopía. Por otro lado, y ya para concluir, recordar también lo que dice uno de nuestros refranes más sabios, y es que  “no ofende el que quiere, sino el que puede”. 


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