Los resultados fueron tan satisfactorios que no puedo resistir la tentación de compartirlos con todas aquellas personas que queráis disfrutarlos.
He de advertir que son ejercicios improvisados, pequeñas historias surgidas en apenas cinco o seis minutos de escritura. No hay corrección posterior.
Espero que los disfrutéis.
1º Ejercicio individual: "Tras el ventanuco".
Accéssit Cat. D "Tesoros escondidos en Castrillo de los Polvazares". Domingo Leiva Maldonado. |
Solo un papel tamaño cuartilla y cinco minutos de tiempo para crear una historia. Como punto de partida, una fotografía y una pregunta ¿qué está ocurriendo tras la ventana?
Estos fueron los resultados.
Relato de Eco (13 años)
Una moto, un perro, unos niños
jugando. Últimamente es lo único que se ve por la ventana. Soy Cara, una niña
con cáncer que se pasa las horas mirando por la ventana. Pero no me disgusta.
El otro día vi algo curioso. Una niña de mi edad se paró y me miró. Me dijo que
por qué no salía a jugar y le dije que estaba enferma. La niña, desilusionada,
se fue. ¡Uy, mira, ahí está!
- - Hola, he
pensado que cómo no puedes salir de casa, jugamos desde aquí – me dice. Yo
pensaba que me estaba tomando el pelo.
- -
Es muy
sencillo, tú me tiras un avión de papel con un animal o una cosa, y yo lo
imito.
Yo accedo solo por aburrimiento.
Estuvimos toda la tarde jugando.
Cuando anocheció la chica se fue. Me dijo que volvería mañana. Al día siguiente
la chica apareció, no me lo esperaba. Jugamos toda la tarde. Esta vez me atreví
a preguntarle su nombre. Nunca hablábamos. Me contestó que se llamaba Fiala. ¡Qué
nombre más bonito! Los días siguientes estuvimos conversando. Un día me dijo
que si me atrevía a salir de casa. Bajé, y el primer paso fue genial. No había
pisado la calle desde hacía años. Me atreví
a jugar en el jardín con ella. Pero un día no vino. No volvió.
Veinticinco años después, se me ha quitado el cáncer. Todavía
recuerdo a esa niña y la ventana por la
que jugábamos. Un día vi a una chica del pueblo parecida, pero no me atreví a
preguntar. Me fui a casa. Miré por la ventana, una mujer con un perro se paró y
me llamó. Me preguntó - ¿Jugamos?
Salí y le di un abrazo. Ahora somos las mejores amigas.
Me encuentro mal. Muy mal. Tengo cáncer otra vez.
Relato
de Laura (11 años)
Una tarde,
detrás de un ventanuco. Hay una pareja
con un bebé, felices, comiendo.
Pasa un año.
La mujer está embarazada, el bebé ya tiene un año y medio. Está muy sano y
creciendo bien.
Pasan tres
años. El hijo pequeño está muy enfermo. El hijo mayor lo cuida y los padres
pelean. No se dan cuenta de que sufren al verlos.
Pasa otro
año. El niño menor acaba de morir. Están todos tristes.
Pasan dos
años más. Los padres se han separado. El único hijo vive con su madre. Ya han
superado la muerte de aquel niño.
El hijo mayor
ya tiene veinte años. Se va de casa y deja a su madre con su nuevo marido.
Y esto es lo
que pasó detrás de un ventanuco.
Relato
de Mónica (13 años)
En una buhardilla de un antiguo
pueblecito, una joven mira por la
ventana. Es morena con mechitas rojas. Llora desconsolada. Tiene 15 años y ya
se ha enamorado de un chiquillo. Pero éste no sabe ni quién es. Intenta
calmarse, así que se tumba en la cama a leer.
Es una noche oscura, está nublado y llueve. De repente oye
golpecitos en la ventana. Cuando va a abrir la contraventana empieza a ponerse
nerviosa. Al abrir no encuentra nada ni a nadie, excepto una rosa con un
mensaje entre sus pétalos. Lo abre curiosa. ¿De quién será? Parece una carta.
Lo que dice es que alguien anónimo se ha enamorado de ella. Si quiere saber
quién es tiene que salir al tejado. Lía sale algo temblorosa y, para su enorme sorpresa, ahí está un joven
moreno, con los ojos verdes, encapuchado.
En la noche se oye un grito “¡Kai, eres tú!” Y corre hacia
él emocionada.
Y así se quedan fundidos en un abrazo. En un tejado, en
aquella misteriosa noche sin luna.
Relato de Oly (14 años)
Una chica está dibujando el
rostro de un joven. De vez en cuando mira a la ventana. Está cerrada porque el
joven del dibujo que solía aparecer todos los días a la misma hora, no ha
vuelto a aparecer desde que sus padres sellaron esa ventana para que nunca más
se pudiese abrir. Unos grandes barrotes cierran la ventana, encerrando así su
corazón.
Pasan los días, las semanas, los
años, y la ventana sigue cerrada. Cuando Dana está leyendo en su cama, la
ventana se abre. Al asomarse se encuentra el tejado lleno de todo tipo de
flores y a aquel joven de ojos verdes que le mira y le dice:
- -
Te quiero,
y aunque esa ventana ha estado cerrada, mi corazón ha estado abierto a ese
sentimiento tan bonito al que llamamos amor.
Dana mira la ventana, los
barrotes han desaparecido, no queda ni huella. Cuando vuelve a mirar a Jack, a esos ojos verdes que tanto le
gustan, lo único que puede pronunciar su voz es esa frase que tanto escuchamos
y que tampoco sentimos.
- -
Te quiero.
Relato
de Sahtob
La ventana
estaba cerrada. Las llamas empezaban a asomar por el piso inferior. La tragedia
se mascaba en el aire. Solo la esperanza de ver abrirse la ventana y verlo
salir, la hacía seguir respirando.
No ocurría
nada, solo el intenso calor, creciente y luminoso, y el crepitar de la madera
consumiéndose, quebraba el intenso silencio.
A través de
los cristales de la ventana, se veía ascender el fuego. Los cristales
comenzaron a vibrar, y estallaron.
Y por fin
pudo soltar el aliento, aliviada, cuando Kitti apareció, ronroneando perezosa.
Olisqueó interesada y bajo por el canalón, saltando a sus brazos y frotando su
cara contra la suya en el gesto más tierno y esperado del día.
Relato
de Valseco
La luz
entraba a raudales a través del ventanuco, haciendo brillar las partículas de
polvo acumulado a través del paso de los años.
Ella detuvo
sus ojos en el viejo baúl que tantas veces había abierto en compañía de su
abuelo, buscando en el interior viejos tesoros escondidos: aquellos libros de
viaje que parecían escritos a mano, algún cuento troquelado que había
pertenecido a su madre, un montón de postales, un vieja cartera de cuero…
Acarició con
sus manos la superficie de aquel baúl destartalado y lo abrió una vez más.
Estaba vacío,
como su vida. Como ella, había perdido todo lo que guardaba en su interior.
Cerró la tapa
y, dejándose acariciar por la luz que entraba por las rendijas del ventanuco,
lloró hasta quedarse dormida, agotada, sobre el viejo baúl vacío.
PUEDO ASEGURAROS QUE HAY FILÓN.
Y QUÉ REPETIREMOS LA EXPERIENCIA CON NUEVA GENTE ALGÚN FIN DE SEMANA DE ESTOS.
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