Durante la tarde- noche de este pasado viernes, 9 de octubre, acudí a una nueva cita literaria de las muchas que la cultura independiente de León está impulsando últimamente. El lugar, el café Amélie. La ideadora, Flor Méndez Villagrá y los conductores de la sesión Nuria Viuda y Marcelo Oscar Barrientos Tettamanti.
El evento se llama Cuento cuentos contigo y tiene su propio blog y su página de facebook, a través de las cuales ir siguiendo la evolución del mismo.
Supe del evento por una amiga, Nuria Antón. Y, ahora que estoy retomando las riendas de mi vida, con tiempo para mis aficiones literarias, me apunté a la experiencia.
Escribi un relato basado en su sección "Poniendo historias", aunque como lo hice ayer mismo no llegúe a tiempo de participar. No importa. Lo importante era el estímulo y disfrutar escribiendo a partir de un estímulo extermo, en este caso unso versos de Toño Morala sobre los que se presentaron varios relatos.
Los versos de Toño:
Entre los grises del alba,
hoy hace otoño anticipado
en la mirada de la melancolía
Mi relato: aquí lo dejo, para disfrute (o no) de quien quiera leerlo
TIEMPO DE COSECHA.
Siempre
había pensado que los últimos días de agosto comenzaban a mostrar una luz
diferente, una luz de septiembre que anticipaba ya el otoño. Lejos de
molestarle, le gustaba aquella situación. Significaba que todo volvería pronto
a la normalidad, a su normalidad. Las calles del pueblo recobrarían el
silencio, y el tiempo se volvería más pausado. O al menos así se lo parecía.
En el campo se intensificaban los aromas y la paleta de colores con que se
vestía la naturaleza rebosaba con una amplísima gama que iba del dorado más
intenso al cobrizo más eléctrico, pasando por verdes y ocres infinitos, capaces
de crear los paisajes más hermosos y más indescriptibles.
Era tiempo
de paseos y de recolección de frutos silvestres. Moras, agavanzas, setas y
otros frutos suponían la perfecta disculpa para prolongar sus paseos por el campo,
con agradable temperatura y tiempo suficiente para ordenar en su mente todas
esas ideas que luego, normalmente por la noche, trasladaba al papel.
El otoño
solía ser su más prolija etapa como escritor. Por ello, al final del verano
estaba deseando ya que llegasen esos primeros días en los que comenzaba a
anticiparse esa luz especial de septiembre. Para volver a su rutina y a esa
cierta soledad, que hasta ahora siempre había sido buscada.
Mientras a
su alrededor la gente se quejaba de lo poco que le gustaba el otoño, él siempre
lo había considerado como su estación favorita. No le suponía decadencia, ni un
camino hacia la muerte como algunas personas de su círculo se empeñaban en insinuar. Al contrario, lo vivía como el paso
hacia un nuevo despertar, el momento en el que la vida también alcanzaba una
madurez con la que volcaba al exterior todos los frutos acumulados durante los
meses anteriores. Era tiempo de cosechas.
Así había
sido durante la mayor parte de su vida. Hacía ya tantos años que casi no
alcanzaba a recordarlo. Pero aquel año todo era distinto, algo había cambiado.
Algo que no había previsto y por lo que se vio gratamente sorprendido.
A comienzos
del verano llegó ella. Nunca había conseguido olvidarla del todo, y, aunque
hacía ya tiempo que no pensaba en ella, siempre le había reservado un espacio
en lo más profundo de su corazón. Cuando aquel día de finales de junio se
encontraron, cruzando por casualidad sus miradas, el corazón le dio un vuelco.
La reconoció inmediatamente, a pesar de lo mucho que había cambiado. Y es que
el tiempo no pasa en balde. Sin embargo, aquella mirada suya, se mantenía tan
limpia y clara como siempre, tan sonriente, tan arrebatadoramente cautivadora.
Una sonrisa que iluminaba su rostro haciendo desaparecer de él el paso del
tiempo. Con sorpresa, pudo comprobar que también ella le reconocía. Y a partir
de aquel momento fueron muchas las veces que volvieron a encontrarse sin buscarlo,
hasta que aquellos momentos de coincidencia se convirtieron en citas propuestas
y esperadas. Paseos a distintas horas del día, pequeñas excursiones
programadas, conversaciones compartidas alrededor de un café, … Momentos en los
que recobraron gran parte del tiempo perdido y se pusieron al día de sus
andanzas durante los años en que no se habían visto. Tantos momentos que entre
ellos se creó una magia especial, una situación que día a día se había ido cargando
de sentimientos que hubiera creído ya olvidados.
Pero, hoy,
se ha levantado con la angustiosa sensación de que éste es un tiempo que se le acaba. Sabe que se acerca
el momento de su partida y siente un dolor lacerante en el pecho. Tiene la firme
convicción de que si la deja partir, así, sin más, la perderá de nuevo. Y esta
vez sí que será para siempre. Por eso necesita
tomar una decisión antes de que su marcha sea irremediable.
Tras una
noche pasada en vela, decide adelantarse al paseo matutino que lleva meses compartiendo con ella. Cuando sale
de su casa, la noche aún se agarra a los rincones más oscuros de calles y de
campos. A lo lejos comienza a despertar la mañana, una mañana que se despereza
fría y lenta. Y es que allá, por el horizonte, entre los grises del alba, hoy hace otoño anticipado en la mirada de la melancolía.
Y con ese
paisaje por frontera, la sensación de que el tiempo se le acaba, de que el momento de la
partida está más cerca de lo que pudiera desear, se acrecienta por momentos,
depositando en su pecho una angustiosa sensación de ahogo. Es entonces cuando
toma la decisión de su vida. No volverá a cometer la torpeza de verla partir de
nuevo sin confesarle el amor que siente por ella. No puede. Se lo debe. Son
libres los dos, nada los ata. Tras el
intenso verano que han pasado compartiendo tantos momentos, comprende que ha
llegado el momento de la cosecha, de su cosecha. Y que si no toma la decisión
adecuada, los frutos que han ido madurando día a día, se malograrán para
siempre.
Se detiene
en seco, lanzando de nuevo su mirada hacia el horizonte. El sol, perezoso,
sigue sin poder romper el gris manto del
alba, cargado de tintes de otoño. Pero lejos de dejarse llevar por la
melancolía, sonríe pletórico de esperanza. Da media vuelta y se dirige a un
nuevo encuentro con ella en el que la invitará a compartir su cosecha.
El café Amélie repleto de gente disfrutando de los relatos. |
Desde luego, la experiencia, merece la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario