Hoy, los trabajadores de la BRIF de Tabuyo siguen incansables su marcha a pie para presentarle a la ministra sus reivindicaciones. Reivindicaciones que llevan años realizando. Reivindicaciones que llevan año cayendo en el olvido ante gestos de desprecio y prepotencia.
Personalmente conozco a muy pocas de las personas que hoy en día trabajan en este servicio. Pero en su momento tuve mucho contacto con ellos, pues participaba en campamentos en el aula de la Naturaleza de Tabuyo del Monte. Eramos vecinos y teníamos muy buena relación. Y también éramos conscientes de la gran labor que hacían.
Una de nuestras actividades consistía en llevar a nuestros grupo de participantes a visitar sus instalaciones, a hablar con ellos y que nos explicasen su trabajo, a comprobar lo duro de algunas de sus tareas. Siempre nos recibían con amabilidad y alegría y los pequieños y pequeñas visitantes, salían encantados y con otra percepción de lo que suponía su trabajo y de la necesidad de cuidar los montes. A veces era difícil establecer cita, pues dependíamos de sus salidas. En ocasiones hubo que anularlas una y otra vez. Incluso algún turno, en veranos complicados, se quedaron sin la visita.
Helicoptero en la base de Tabuyo |
Entonces fue Tabuyo, este año fueron los bosques de Villameca. Y muchos más en toda España.
Paisajes destruidos. Riquezas forestales perdidas para pueblos enteros, para un importante número de personas que disfrutan día a día de ellos.
Hoy dejo aquí este poema que surgió de la visita a los pinares calcinados algún tiempo después del incendio, porque me resistía a acudir de nuevo ante el temor a lo que iba a encontrarme. En sus versos van todos mis deseos para que su situación se solucione cuanto antes, y tengamos grandes equipos de profesionales que trabajen de verdad por la salvaguarda de nuestros montes.
INCENDIO EN TABUYO
Mis pasos han perdido su camino
entre la ceniza y los troncos calcinados
y van hundiéndose mis huellas
en un paisaje diferente
al que mis pies hollaron tantas veces.
Todo ha cambiado en el entorno,
su imagen más inmensa
y cada uno de sus más mínimos detalles,
que se uniforman ahora
en la grisácea sensación que nos invade.
A mi alrededor, un solo aroma.
El olor del humo que aún pervive.
En torno a mí, un color solo.
El gris ceniciento que se extiende
en gamas infinitas.
Y, envolviéndome toda, un único sonido.
El silencio,
perdida la llamada nocturna de los cárabos
que no encuentran ya su nido;
el bramido del corzos,
que han huído, despavoridos,
del azote de las llamas;
y el silvo del viento entre las hojas,
y el hollar de las pisadas
sobre las secas agujas de los pinos.
¿Dónde libarán ahora las abejas?
¿Dónde irán a buscar el dulce néctar
para esa miel que se teñía
del oscuro color del brezo?
¿Con qué se curarán los males del invierno
y se endulzará el sabor de las infancias?
Habrá de comenzar de nuevo
el lento resurgir del proceso de la vida.
Y habrán de pasar aún muchos años
para que todo recupere su equilibrio.
¡Quién sabe si algún día
volverán a llevarnos nuestros pasos,
recobrados los colores,
los sonidos,
los aromas...
Ojalá pronto la nieve cubra con su albura
el manto gris de las cenizas,
para que al llegar la primavera
y el deshielo
surjan de nuevo las hierbas y las flores
como muestras primeras de la vida que renace.
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