sábado, 13 de junio de 2015

OTRAS VERDADES OCULTAS. (Historia de una experiencia vivida. 1ª Parte)

Hace algo  más de cuatro años, después de una enriquecedora experiencia como agente de igualdad en el ayuntamiento de Astorga, trabajando codo a codo con Victorina Alonso, entonces concejala de Servicios Sociales, ésta me sorprendió un día invitándome a participar con el PSOE en la nueva lista para concurrir a las elecciones municipales del 2011.
He de confesar que me sorprendió mucho la propuesta, pues yo nunca había manifestado ambiciones políticas. Tanto es así que en un principio mi respuesta fue negativa. Luego hablamos largo y tendido, varias veces, sobre el tema. Ella insistía en ver en mí capacidad para desenvolver con efectividad el cargo de concejala. Y después de muchas noches sin dormir, de analizar pros y contras, hablé de nuevo con ella para clarificar algunos aspectos que me preocupaban.
En primer lugar, quería saber si el hecho de que yo fuera en la lista iba a causarle problemas a alguien. En segundo, si – en caso de que alcanzáramos el gobierno – iba a tener capacidad de decisión propia o si se me iban a imponer pautas de actuación con las que pudiera no estar de acuerdo. Se me aseguró que mi presencia estaba aceptada (por supuesto en aquel momento no se me dieron detalles) y que, efectivamente, iba a tener capacidad de decisión propia en el área que me correspondiera encabezar. Incluso se me dijo que, en caso de quedarnos en la oposición, podría renunciar e irme, a lo que contesté que si me decidía a aceptar sería para lo bueno y para lo malo. Con todas las consecuencias.
Durante todo este proceso se me pidió total discreción. De hecho, solo las dos personas más cercanas a mí supieron desde un primer momento la propuesta que se me había hecho. Nunca se me dijo que quien encabezaba la lista no era ya Juan José Alonso Perandones, ni hablamos de otros candidatos, solamente de que algunos de los anteriores concejales no repetirían en esta legislatura.
Finalmente, y tras valorar lo que yo podría aportar a la candidatura y a la ciudad por la que tanto he trabajado durante toda mi vida, desde diferentes ámbitos, acepté el reto. Con decisión pero también con miedo. Y sobre todo con un gran sentido de la responsabilidad ante el desafío en el que  me estaba metiendo.

Grande fue mi sorpresa cuando, semanas después, se me convocó a una reunión para conocer al resto de las personas que conformaban la lista y descubrí que quien la encabezaba  era la propia Victorina, puesto que Juanjo – así nos lo vendieron – había decidido dejarlo tras tantos años de dedicación, por cansancio personal. De la lista que me encontré, decir que, a pesar de ser de Astorga, no conocía a la mayoría. No coincidían conmigo en intereses o en edades. Pero en principio no le vi impedimento a trabajar juntos. Por mi experiencia anterior yo estaba acostumbrada a hacerlo con gente diferente.  Y, si algo me había enseñado Victorina, en los cuatro años que la tuve como concejala, era su idea y su capacidad de trabajo en equipo.
Comenzó pues la campaña, con gran ilusión por parte de algunas de las personas que también eran nuevas en la lista y con las que hice buenas migas, al encontrar puntos de sintonía y de interés común. Y también el gran batacazo. No se nos dejó participar en el programa, que nos dieron hecho por parte de la ejecutiva más experimentada. No se admitieron nuestras ideas para la campaña. Pero es que tampoco existió tal. Eso lo sé ahora. En aquel momento di por supuesto, dada mi inexperiencia política, que las cosas tendrían que ser así. Hoy sé que salíamos a perder, ante las nefastas estadísticas que se manejaban a nivel nacional. No había intención alguna, por parte de los grandes popes del partido en Astorga, de presentar batalla.

La sorpresa llegó el día de las elecciones. El recuento nos dio como ganadores – aunque solo fuera por 6 votos – igualando el número de concejales con el PP. Esa misma noche, en la sede del partido, yo no podía dar crédito a lo que veía y oía. Parte de nuestros compañeros, los que acababan de abandonar el gobierno del ayuntamiento, insistiendo e insistiendo en que lo que había que hacer era un pacto con el PP. Nunca con el PAL, con quienes, habiendo obtenido 3 concejales, un pacto podría parecer más lógico, máxime cuando en  la recién terminada legislatura se había mantenido uno con la UPL, partido de similares características. En mi ignorancia política de aquel momento pregunté por qué no se planteaba con éstos. Pronto descubrí que era una cuestión más personal que ideológica. No voy a decir por parte de quién, porque es de todos conocido. Así que, por todos los medios, y con la mediación de muchas llamadas telefónicas, se intentó un bipartito PP-PSOE, que acabó con la propuesta encima de la mesa de gobernar dos años cada uno, contando para ello con el apoyo del otro.
Victorina Alonso, junto a algún otro de los concejales electos, se negaba. Aún recuerdo que yo misma planteé que había entrado en esa lista para apoyar al PSOE, nunca al PP. Y que si el pacto llegaba a producirse, yo renunciaba inmediatamente a seguir adelante. Ahora tengo muy claro que no les hubiera importado lo más mínimo que así lo hubiera hecho
Finalmente se renunció a un pacto que – a mi entender – era “antinatura” y que respondía más a odios personales que a verdadero interés por el bien del municipio. Y seguimos adelante. Días después, con la abstención del PAL- UL, Victorina Alonso, era elegida la primera alcaldesa de la ciudad y de sus pedanías.
En su idea, crear un equipo fuerte y preparado, en el que los más veteranos pudiesen apoyar a los noveles  para sacar adelante un objetivo común. Propuso formación, propuso actividades de ocio para crecer como grupo. Pero todo fueron “peros” e impedimentos desde el principio. Se trató de mantenernos aislados a unos de otros y se prescindió por completo de las personas que nos habían acompañado durante la candidatura. Con un firme propósito, que Victorina no tuviese a su alrededor demasiadas personas que la apoyasen en su gestión. Y así pronto se comenzó a notar en las reuniones del equipo de gobierno la acción de personas que mantenían actitudes constantes de ataque hacia todo lo que hacía y decía la alcaldesa, sin tener argumentos sólidos que defendieran dicha postura. Otras trataban de impedir dichas reuniones. Y se planteó una crítica permanente sobre determinados miembros de la oposición con el fin de dinamitar continuamente toda posibilidad de acuerdo puntual en los diversos asuntos que se iban poniendo encima de la mesa. Me encontré con que, aunque luego se me acusara, por parte de algunos “compañeros”, de que nos les hacía partícipe de mis proyectos, prácticamente era la única que exponía en el grupo las actuaciones que iba a realizar en las distintas concejalías que se me habían encomendado, y que cuando proponía mociones en torno a temas sociales, educativos o culturales, se me dejaban encima de la mesa con la disculpa de que si no iban previamente consensuadas para su aprobación era mejor no presentarlas que dejar que el resto de grupos se manifestará en contra de las mismas, poniendo así de manifiesto nuestra debilidad numérica. He de reconocer que, en ese aspecto, pequé de “políticamente ingenua”. En estos cuatro años, no me he sentido apoyada en mi gestión más que por la alcaldesa, y he tenido que sufrir la indiferencia de mis “compañeros” de equipo, así como ácidas críticas de miembros del partido por realizar una programación en la que he tratado de tener en cuenta a todos los grupos sociales de Astorga, la diversidad de intereses y una apertura cada vez mayor de la ciudad. Eso sí, he cometido el grave pecado de tener criterios propios y de aceptar el consejo de otros agentes distintos a ellos mismos. Y mientras muchos se avergonzaban del partido bajo cuyas siglas gobernaban, o han gobernado casi treinta años, yo he defendido alto y claro su nombre, porque creo que – a pesar de los errores que se puedan haber cometido – el PSOE le ha traído a los españoles todos los avances sociales de los que hasta hace muy poco estábamos disfrutando todos. Y como yo SÍ CREO en la lealtad considero que los errores están para comentarlos y subsanarlos, no para echárselos en cara a nadie ni para utilizarlos como arma arrojadiza, máxime si, además, están causados por otros.
Y en cuanto al partido… Esa es otra historia que continuará en breve.

Mercedes Glez. Rojo
Exconcejala del equipo de gobierno del PSOE.

No hay comentarios:

Publicar un comentario