Manuela sigue estando presente en la mente de muchas de esas personas que tuvimos la suerte de conocerla un día. Ahora hace un año que se fue, dejando un vacío importante en muchas de ellas. Conocerla fue todo un descubrimiento, una de esas mujeres llenas de vitalidad a la que los obstáculos de la vida no pueden detener, porque tienen claro su objetivo. En un día como el de hoy me hace pensar que ojalá hubiera muchas más mujeres como ella, capaces de decir en todo momento lo que piensan y en enfrentarse a quienes les ponen una tras otra zancadilla. Entonces, como dice el refrán "otro gallo nos cantaría", a las mujeres en particular y a la sociedad en general. Por eso merece seguir la pena recordándola, porque ella representa a muchas otras mujeres, tan anónimas como ella lo fue hasta casi el final de sus días, que luchan día a día por demostrar de lo que son capaces, más allá de los cortapisas que esta "sociedad" que estamos permitiendo nos sigue poniendo a nuestro paso.
¡Va por ti, Manuela! Y por nosotras.
Mercedes G. Rojo
Retrato de Manuela realizado por Ana Cristina Pastrana. |
Ha pasado un año ya desde que Manuela Rejas abandonó este mundo un 6 de marzo. Quienes llegamos a conocerla podríamos pensar que fue el último truco que esta “maga” de profesión y de vida le jugó a la Parca con la que llevaba varios años enzarzada en una dura partida de ajedrez que finalmente acabó perdiendo. Fue como si hubiera calculado que su último y definitivo adiós, sus cenizas en contacto con el agua que alentaron su vida y su imaginación, hubiera de ser dos días después, mientras en tantos lugares de España y del mundo se conmemoraba ese Día de la Mujer, que comenzó siendo el Día de la Mujer Trabajadora. Porque fue Manuela una trabajadora incansable que ejerció muchas y variadas profesiones. La más querida por ella “la de ilusionista”. Una profesión ejercida por hombres hasta que Manuela consiguió, siendo menor de edad en una España que era proteccionista y discriminatoria con la mujer, su carnet profesional, sin el que no podía ejercer. La instaban a que se conformase con el papel de ayudante, pero era ella quien sabía y realizaba los trucos. Así que no se conformó. Como tampoco lo hizo en muchas otras facetas de la vida. Su vida quedó para siempre recogida, como ejemplo de tesón y fuerza de voluntad, en el documental que el equipo capitaneado por el productor Paco Tovar desde tierras onubenses realizó sobre su vida, “Violeta y el baúl americano”. Un ejemplo que pone de manifiesto la capacidad de lucha y superación de tantas y tantas mujeres que han estado supeditadas a un mundo de hombres en el que sistemáticamente se ahogaban sus ilusiones y sus capacidades.
Murió un día de marzo y sus cenizas se fueron río abajo, en un último aliento de viajera incansable, de ciudadana del mundo, un 8 de marzo, ahora hace un año. Y su recuerdo volverá a nosotros ligado siempre a este día que llevamos ya cien años celebrando como Día Internacional de la Mujer, y de la Mujer Trabajadora, que lo somos todas. Una vez más, hasta siempre Manuela. Y gracias por tu legado.
Murió un día de marzo y sus cenizas se fueron río abajo, en un último aliento de viajera incansable, de ciudadana del mundo, un 8 de marzo, ahora hace un año. Y su recuerdo volverá a nosotros ligado siempre a este día que llevamos ya cien años celebrando como Día Internacional de la Mujer, y de la Mujer Trabajadora, que lo somos todas. Una vez más, hasta siempre Manuela. Y gracias por tu legado.
Realizando trucos de magia en la Cena del Día de la Mujer. Semana de la Mujer. Astorga. 2009
UN AÑO SIN MANUELA, UN AÑO SIN SU MAGIA. (El Faro Astorgano, 8 de marzo de 2011)
Era el 6 de marzo del 2010. Estábamos a punto de dar comienzo a la inauguración de una nueva Semana de la Mujer en Astorga, cuando sonó mi teléfono. En cuanto oí la voz al otro lado del hilo que me decía “Soy Manuela”, lo supe. La otra Manuela, la que nos había unido, la que nos había hecho encontrarnos, la que había estado llenando de magia por la vida… y de ilusión… y de “tirones de orejas”… estos últimos años en que nos habíamos conocido, la que era capaz de romper todas las cadenas y las rejas de las prisiones mentales y sociales, como si el llevarlas en su propio nombre fuera el mejor conjuro para lograrlo, nuestra Manuela Rejas, había muerto. “Acaba de morir Manuela”, me confirmó su voz.
Algo me lo había hecho intuir incluso antes de que pronunciara en voz alta estas palabras. Tal vez la desagradable sensación que me acompañaba desde el día que, desde su Veguellina adoptiva, descolgó el teléfono por última vez para llamarme y me pidió que anulase el homenaje que le estábamos preparando. Las palabras comenzaban a enredársele en la lengua antes de ser expresadas, pequeños olvidos laceraban con dolor su siempre despierta y aguda memoria, y ella ya no estaba segura de poder recuperarse a tiempo. Creo que en aquel momento ya supo que había perdido definitivamente la partida de ajedrez que durante tanto tiempo mantuvo con la Parca, justo cuando las palabras, en las que tanto se había apoyado a lo largo de su vida, comenzaron a fallarle. Yo, simplemente, lo temí. Efectivamente, cerca de un mes después de este suceso, todo se precipitó.
Casualidades de la vida, Charo Acera la había incluido en su discurso, en las notas que leyó sobre su obra. La había conocido fortuitamente en el hospital donde pasó las últimas navidades afectada de nuevo por la enfermedad, que de vez en cuando le jugaba tan malas pasadas, sin perder la ilusión, sin olvidarse jamás de la magia que trascendía de ella más allá de los trucos que aún practicaba. También quedó prendida en su fuerte personalidad. Y tuvo para ella un recordatorio en su presentación como Mujer artista de la Semana de la Mujer, que, sin saberlo, se convertiría en una jaculatoria, ya que esta mención le llegaba ahora a modo de pequeño y póstumo homenaje.
Fue un seis de marzo. Tal vez estuvo peleándose hasta el último momento con la cruel portadora de la guadaña, para que su última despedida con la vida, sus cenizas discurriendo río abajo por su amado Órbigo, coincidiera con el 8 de marzo, Día de la Mujer, que comenzó siendo – ahora hace cien años – Día de la Mujer Trabajadora. Lo que ella siempre fue. Una trabajadora incansable que pasó por la vida rompiendo esquemas, buscando hacerse un hueco en un mundo hecho por y para los hombres, demostrando a quienes se encontraba en su camino que cuando una mujer se lo propone no encuentra limitaciones en su hacer profesional. Hizo uno de los primeros trucos de su vida al conseguir, aún menor de edad, un carnet profesional que le permitió mostrarse al mundo como ilusionista, y no como una simple ayudante pese a la insistencia de todos. ¿Por qué iba a ser así si la que realizaba los trucos era ella? Y ya no paró. Nunca se detuvo, incluso realizando ante la muerte, una y otra vez, uno de los trucos más difíciles, el del “escapismo”. Porque ella aún no podía irse, siempre le faltaban cosas por hacer. Hasta que, definitivamente, una fría tarde de marzo, algo salió mal, y el truco fracasó. Y se fue para siempre.
Ya ha pasado un año desde su muerte y aún somos muchas las personas que seguimos recordándola. Recordando su fuerza de voluntad ante la adversidad, su tesón ante el trabajo, sus ganas de superarse. Un ejemplo vivo de lo que la fuerza de voluntad, la ilusión y el empeño constante puede conseguir en cualquier persona, pero muy especialmente, en cualquier mujer. A quienes tuvimos la suerte de conocerla, nos queda el recuerdo vivo de las horas compartidas con ella, de sus experiencias, de sus conversaciones. A quienes no han llegado a conocerla, al menos les quedará la posibilidad de acercarse a ella a través del último de sus libros, el más mimado por su afán de escritora, el más desgarrador, el que encierra muchos de los más duros momentos de su vida, “15 historias en carne viva”. Y también a través del documental que el equipo de Paco Tovar (llegados a estas tierras desde Huelva) realizó en su día sobre su biografía, y que ha llevado su testimonio y su presencia por medio mundo. “Violeta y el baúl americano” es un canto a todas las mujeres que en una época muy dura para las mismas lucharon por salir adelante en ese mundo de hombres y para hombres al que ya he aludido antes, con coraje, con decisión, sin vacilar lo más mínimo en sus convicciones, a pesar de las zancadillas que la vida iba poniéndoles a su paso. La vida de Manuela es una de esas pequeñas “grandes” biografías que pueden ayudarnos a crecer y a cambiar, a recordar que la Historia se escribe día a día gracias a muchas otras pequeñas “historias”, y que los avances sociales se consiguen por la suma de esfuerzos y decisiones que tantas personas como ella han vivido en su cotidianeidad. No he tenido la suerte de conocer a muchos más personajes de este calibre, pero gracias a Manuela sé que han existido y, estoy segura de ello, siguen existiendo.
Por eso, en este 2011 en el que se conmemoran cien años de la necesidad de celebrar un Día de la Mujer, que comenzó siendo Mujer Trabajadora, a un año ya de su muerte, quiero recordar de nuevo a Manuela Rejas y darle las gracias en nombre de tantas personas que la conocieron, por estar ahí y por permitirnos descubrirla. Su último truco frente a la Muerte nos hará tenerla presente de nuevo, al menos, cada 8 de marzo, mientras se conmemora, año tras año, ese Día de la Mujer
Algo me lo había hecho intuir incluso antes de que pronunciara en voz alta estas palabras. Tal vez la desagradable sensación que me acompañaba desde el día que, desde su Veguellina adoptiva, descolgó el teléfono por última vez para llamarme y me pidió que anulase el homenaje que le estábamos preparando. Las palabras comenzaban a enredársele en la lengua antes de ser expresadas, pequeños olvidos laceraban con dolor su siempre despierta y aguda memoria, y ella ya no estaba segura de poder recuperarse a tiempo. Creo que en aquel momento ya supo que había perdido definitivamente la partida de ajedrez que durante tanto tiempo mantuvo con la Parca, justo cuando las palabras, en las que tanto se había apoyado a lo largo de su vida, comenzaron a fallarle. Yo, simplemente, lo temí. Efectivamente, cerca de un mes después de este suceso, todo se precipitó.
Casualidades de la vida, Charo Acera la había incluido en su discurso, en las notas que leyó sobre su obra. La había conocido fortuitamente en el hospital donde pasó las últimas navidades afectada de nuevo por la enfermedad, que de vez en cuando le jugaba tan malas pasadas, sin perder la ilusión, sin olvidarse jamás de la magia que trascendía de ella más allá de los trucos que aún practicaba. También quedó prendida en su fuerte personalidad. Y tuvo para ella un recordatorio en su presentación como Mujer artista de la Semana de la Mujer, que, sin saberlo, se convertiría en una jaculatoria, ya que esta mención le llegaba ahora a modo de pequeño y póstumo homenaje.
Fue un seis de marzo. Tal vez estuvo peleándose hasta el último momento con la cruel portadora de la guadaña, para que su última despedida con la vida, sus cenizas discurriendo río abajo por su amado Órbigo, coincidiera con el 8 de marzo, Día de la Mujer, que comenzó siendo – ahora hace cien años – Día de la Mujer Trabajadora. Lo que ella siempre fue. Una trabajadora incansable que pasó por la vida rompiendo esquemas, buscando hacerse un hueco en un mundo hecho por y para los hombres, demostrando a quienes se encontraba en su camino que cuando una mujer se lo propone no encuentra limitaciones en su hacer profesional. Hizo uno de los primeros trucos de su vida al conseguir, aún menor de edad, un carnet profesional que le permitió mostrarse al mundo como ilusionista, y no como una simple ayudante pese a la insistencia de todos. ¿Por qué iba a ser así si la que realizaba los trucos era ella? Y ya no paró. Nunca se detuvo, incluso realizando ante la muerte, una y otra vez, uno de los trucos más difíciles, el del “escapismo”. Porque ella aún no podía irse, siempre le faltaban cosas por hacer. Hasta que, definitivamente, una fría tarde de marzo, algo salió mal, y el truco fracasó. Y se fue para siempre.
Ya ha pasado un año desde su muerte y aún somos muchas las personas que seguimos recordándola. Recordando su fuerza de voluntad ante la adversidad, su tesón ante el trabajo, sus ganas de superarse. Un ejemplo vivo de lo que la fuerza de voluntad, la ilusión y el empeño constante puede conseguir en cualquier persona, pero muy especialmente, en cualquier mujer. A quienes tuvimos la suerte de conocerla, nos queda el recuerdo vivo de las horas compartidas con ella, de sus experiencias, de sus conversaciones. A quienes no han llegado a conocerla, al menos les quedará la posibilidad de acercarse a ella a través del último de sus libros, el más mimado por su afán de escritora, el más desgarrador, el que encierra muchos de los más duros momentos de su vida, “15 historias en carne viva”. Y también a través del documental que el equipo de Paco Tovar (llegados a estas tierras desde Huelva) realizó en su día sobre su biografía, y que ha llevado su testimonio y su presencia por medio mundo. “Violeta y el baúl americano” es un canto a todas las mujeres que en una época muy dura para las mismas lucharon por salir adelante en ese mundo de hombres y para hombres al que ya he aludido antes, con coraje, con decisión, sin vacilar lo más mínimo en sus convicciones, a pesar de las zancadillas que la vida iba poniéndoles a su paso. La vida de Manuela es una de esas pequeñas “grandes” biografías que pueden ayudarnos a crecer y a cambiar, a recordar que la Historia se escribe día a día gracias a muchas otras pequeñas “historias”, y que los avances sociales se consiguen por la suma de esfuerzos y decisiones que tantas personas como ella han vivido en su cotidianeidad. No he tenido la suerte de conocer a muchos más personajes de este calibre, pero gracias a Manuela sé que han existido y, estoy segura de ello, siguen existiendo.
Por eso, en este 2011 en el que se conmemoran cien años de la necesidad de celebrar un Día de la Mujer, que comenzó siendo Mujer Trabajadora, a un año ya de su muerte, quiero recordar de nuevo a Manuela Rejas y darle las gracias en nombre de tantas personas que la conocieron, por estar ahí y por permitirnos descubrirla. Su último truco frente a la Muerte nos hará tenerla presente de nuevo, al menos, cada 8 de marzo, mientras se conmemora, año tras año, ese Día de la Mujer
Mientras leía el epitafio de y para Manuela Rejas, me parecía estar oyéndola a ella recitarlo. Así fue siempre. Alegre y vital, con una gran fuerza en su palabra y en su forma de ver la vida.
ResponderEliminarEl retrato que haces de Manuela refleja el gran aprecio que tuviste, que tienes, hacia ella. Por eso, creo que mientras esté en el recuerdo de personas como tú, Manuela no morirá del todo.
El documental que rodó sobre su vida es muy emocionante. A mí, particularmente, me llegó al alma. Piensas en con qué fuerza salió de todas las situaciones penosas que vivió y me alegro de que sus últimos años fuera feliz haciendo feliz, a su vez, a mucha gente con gran generosidad por su parte.
Me sumo a tu homenaje, Mercedes, hacia una mujer única e inolvidable.
Un saludo.
Solo echo de menos una cosa al respecto. No haber podido disfrutar más de su compañía y no haber llegado antes a su vida para compartir con ella sus infinitas experiencias.
ResponderEliminarHola, soy Marieta la hija de Manuela Rejas y me gustaría ponerme en contacto con Ana Cristina Pastrana, pues el retrato de mi madre me impresionó mucho y como no los homenajes que se le han echo. Mi correo electrónico es: al_ki_mia@hotmail.com
ResponderEliminarSi pudieras ponerte en contacto conmigo lo agradecería.
Un saludo, Marieta!
Hola, soy Marieta la hija de Manuela Rejas y me gustaría ponerme en contacto con Ana Cristina Pastrana, pues el retrato de mi madre me impresionó mucho y como no los homenajes que se le han echo. Mi correo electrónico es: al_ki_mia@hotmail.com
ResponderEliminarSi pudieras ponerte en contacto conmigo lo agradecería.
Un saludo, Marieta!
(Mando este comentario desde el blog de mi sobrina, ya que yo no tengo blog)