Y como ya no tengo abuela voy a hablar un poco de mi trabajo.Un libro del que estoy muy, muy orgullosa, y que vio la luz gracias a muchas colaboraciones. Principalmente las de un grupo de viudas que compartieron conmigo los recuerdos de los juegos de su infancia, y luego, la de los niños y las niñas de segundo de Primaria del Colegio La Milagrosa de Astorga, un colegio que hoy ha desaparecido absorvido por la Fundación Escolapias, y en cuyos patios yo jugué muchos años. Y por supuesto la de su profe, Conchi Louzán,que me recibió en su aula para que pudiera enseñarles todos esos juegos que luego su alumnado me ilustraría con la simpleza y la ingenuidad de sus tiernos años. Sin olvidar a mi sobrina María y a mi hija Mónica, que también colaboraron en el mismo con sus lápices de colores...
Hoy este libro está en muchas casas que tienen niños y niñas, y de vez en cuando reciben la crítica de algún amigo generoso, como Manuel Cortés, magnífico escritor de cuentos que dejó sus amables comentarios en esta página de escritores aragoneses. http://aaescritores.com/blog/tag/mercedes-g-rojo/
El libro aún podéis encontrarlo en algunas librerías de Astorga y de León, o poniéndoos en contacto directo conmigo.
Aunque en el momento inicial al que se refieren muhcos de esos juegos, la mayoría se jugaban fundamentalmente y exclusivamente por chicas, hoy día a muchos niños y niñas les ha proporcionado buenos momentos de juego. Puede ser un buen regalo para grandes y chicos/as. UN BUEN REGALO PARA RECORDAR. UN BUEN REGALO PARA COMPARTIR.
Y precisamente para compartir, os dejo aquí una muestra de su contenido. Un juego muy sencillo con el que los niños y las niñas que en su momento han acudido de campamento conmigo, han disfrutado grandemente. Uno de los que, curiosamente, más éxito han obtenido. También a la hora de las ilustraciones, como podéis comprobar.
Tipo de juego: Podríamos decir que se trata de un juego de habilidad, en el que se
ejercita la coordinación
viso-motriz. También entraría dentro de los juegos de precisión o de lanzamiento. Aprovecha, para el mismo, recursos naturales
a nuestro alcance y se jugaba sobre todo
entre las chicas.
Elementos para el juego: Para jugar se necesitan habas o
alubias de distintos colores y un pito o canica, que habitualmente eran algo
más grandes y más pesados que los utilizados por los niños para jugar a las
canicas. Cada niña tenía sus propias
habas, que solían guardar en saquitos de tela, en ocasiones hechos por ellas
mismas.
No todas las habas valían lo
mismo, pues las había más y menos bonitas. Algunas de ellas, las más
corrientes, se despreciaban y no se admitían para el juego, en cambio otras
eran mucho más apreciadas y trataban de intercambiarse con las compañeras, a
veces por un número considerablemente mayor, por ejemplo una por cuatro o
más.
Las
habas más habituales eran:
·
Negritas
(de color totalmente negro)
·
Rojitas
·
Lecheritas
(alubias más bien grandes de color blanco con manchas negras)
·
Gayolitos
Nº de participantes en el juego: No había un número exacto, pero
para que resultase de interés al menos había que juntarse 4 ó 5 chicas
Espacio para el juego: Se elegía un lugar de tierra, para
poder realizar un hoyo en el suelo, que solía colocarse cerca de una pared.
Tiempo en que se jugaba: Era fundamentalmente un juego de
invierno. Entre las niñas de la época se
decía:
“El Domingo de Ramos
las habas escarchamos”.
(se guardaban las mismas y ya no se
volvía a jugar a ellas hasta que llegaba el otoño).
Desarrollo del juego:
Cada jugadora ponía en el hoyo, por ejemplo, 12 alubias, y se
establecían los turnos de tirada. Desde
una distancia de unos 3 metros, cada jugadora tiraba el pito, intentando que
éste cayese dentro del hoyo. Si no
entraba, la jugadora añadía al hoyo un número previamente acordado de alubias,
y pasaba el turno a la siguiente jugadora.
Aquella que conseguía meter el pito en el agujero, se quedaba con todas
las alubias. Si había muchas se solía decir que había conseguido una “farracada”[1] de ellas.
Las informantes comentaban medio en broma medio en serio que este juego
se perdió con el hambre de los años 40, pues las habas eran demasiado
apreciadas para comer como para derrocharlas utilizándolas para los juegos.
Años de localización del juego: Década de los años 20 y 30 hasta
mediados de los 40. Después no hemos podido contrastar más referencias al
respecto entre la gente de la zona.
Lugares de localización del juego: Fundamentalmente en Astorga
Variante
del Val de San Lorenzo:
De la vecina localidad del Val de
San Lorenzo, se ha recogido una variante
de este “juego de las habas”,
que presenta considerables diferencias, aunque como el anterior podríamos
considerarlo dentro de los juegos de
habilidad destinados a ejercitar la coordinación
visomotriz o de los juegos de
lanzamiento.
Desarrollo del juego:
Se hacía un hoyo en la tierra y solían jugar tres
niñas, más o menos. Cada una de ellas seleccionaba las
alubias con las que iba a jugar,
de distinto color para unas y otras, con el fin de conocerlas mientras se jugaba.
También en este caso se hacia un hoyo en la tierra. A
una distancia prudencial se trazaba una
raya de la que no se podía pasar en la primera fase del
juego: el lanzamiento. Desde ella cada
participante, por turnos, lanzaba tres
alubias hacia el hoyo, una a una. La que quedara más cerca de él era la que
empezaba a jugar, empujándola con el dedo tres veces al tiempo que en cada una
de ellas se decía: “uñal”, “garrafal” y “entremuscal”. Si la primera
alubia entraba se volvía a hacer lo
mismo con la otra y con la siguiente. Si se
terminaba con las tres propias, se continuaba con las de las compañeras
y así hasta que se perdiera. En este caso, si no se había conseguido meter
todas, las habas que hubieran entrado en el hoyo quedaban dentro,
continuaba la compañera que hubiera
quedado en segundo lugar por lanzamiento intentando introducir las que quedaban
fueran y así hasta que se agotaran los turnos o se consiguiera ganar la
partida.
La que consiguiera meter
las nueve seguidas era la que ganaba.
Algunas propuestas didácticas desde la
Educación Ambiental: A partir de este juego podríamos ver los cambios que
se han producido en la alimentación humana con el paso del tiempo, aunque sea
en el mismo producto, pues algunos tipos de habas de los que las informantes
hablan hoy no se pueden encontrar en el mercado, o al menos no fácilmente. ¿A qué se pueden deber esos cambios?, ¿traen
algún tipo de consecuencia sobre la salud humana?
También podríamos analizar
determinadas costumbres y sus implicaciones como jugar con estos elementos en determinadas
épocas, o la costumbre de comerse las piezas ganadas que se ha recogido en
algún lugar, etc.
Desde el punto de vista de
las relaciones intergeneracionales se podrían buscar otros juegos entre hombres
o mujeres que presentasen alguna similitud con la mecánica del juego en sí
misma, como podrían ser algunas modalidades de canicas, etc…
Así mismo, desde un
planteamiento ambiental de reutilización de elementos, podría plantearse
sustituyendo las habas por otro tipo de materiales naturales susceptibles de
ser acumulados: pequeñas piedrecitas redondeadas, pequeños geijos, los
gallarones pequeños de los robles,…
[1] No hemos encontrado esta
palabra en el diccionario. Sin embargo,
si ha aparecido la palabra “farraca” como sinónimo de faltriquera. Teniendo en cuenta que las habas para el
juego se guardaban como un auténtico tesoro en pequeñas bolsas de tela para
ello, podemos considerar que “farracada” derivaría de la misma palabra con este
mismo sentido, es decir una “bolsada” o el contenido copioso con que
llenaríamos nuestra faltriquera, en este caso de habas que no de monedas.
¡QUÉ LO DISFRUTÉIS!
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