martes, 8 de marzo de 2011

EPITAFIO. De y para Manuela Rejas.


           Fue una de esas tardes en que Manuela y yo compartimos confidencias alrededor de una mesa, que me confió el texto que había escrito pensando en su muerte. A mí me conmovió ver la naturalidad con la que ella parecía aceptar que algún día la partida de ajedrez que tenía iniciada con ella iba a terminar con su derrota definitiva.
            Hoy, que hace un año en que tus cenizas se fueron río abajo, tal como tú querías, me acercaré a la orilla del Órbigo y las leeré de nuevo en voz alta, segura que tu presencia en el infinito podrá oírla y sentirla como un homenaje de quienes te conocimos y te quisimos. 
            Una vez más, descansa en paz, Manuela. 

A MODO DE EPITAFIO.

Cuando leáis estas letras
sabed que las escribo
con el alma en la boca.
El mejor homenaje que deseo
es pediros de todo corazón
que no lloréis mi muerte
que no dure la pena
Pensad que yo parto contenta
pues viví una vida plena,
sé que en cada rincón yo
estaré presente en vuestras vidas.
Una rosa, un cuadro, una fotografía
os hablarán de mí contantemente.
Quiero pensar que mis palabras
sirven de homenaje y de cariño.
No lloréis por mí ¡Os lo suplico!
Me voy feliz, sin pena.
Ojalá, siguiendo mi consejo,
seáis felices mirando mis recuerdos. 
Además... yo no me iré del todo.
Seguiré volando por el aire,
por el sol, por las nubes.
Al florecer las rosas, las robaréis
y las llevará el río…pensaréis  
en lo feliz que con vosotros he sido.
                                   (Manuela Rejas)
 

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