Hace
algo más de cuatro años, después de una
enriquecedora experiencia como agente de igualdad en el ayuntamiento de
Astorga, trabajando codo a codo con Victorina Alonso, entonces concejala de
Servicios Sociales, ésta me sorprendió un día invitándome a participar con el
PSOE en la nueva lista para concurrir a las elecciones municipales del 2011.
He de
confesar que me sorprendió mucho la propuesta, pues yo nunca había manifestado
ambiciones políticas. Tanto es así que en un principio mi respuesta fue
negativa. Luego hablamos largo y tendido, varias veces, sobre el tema. Ella
insistía en ver en mí capacidad para desenvolver con efectividad el cargo de
concejala. Y después de muchas noches sin dormir, de analizar pros y contras,
hablé de nuevo con ella para clarificar algunos aspectos que me preocupaban.
En primer
lugar, quería saber si el hecho de que yo fuera en la lista iba a causarle
problemas a alguien. En segundo, si – en caso de que alcanzáramos el gobierno –
iba a tener capacidad de decisión propia o si se me iban a imponer pautas de
actuación con las que pudiera no estar de acuerdo. Se me aseguró que mi
presencia estaba aceptada (por supuesto
en aquel momento no se me dieron detalles) y que, efectivamente, iba a
tener capacidad de decisión propia en el área que me correspondiera encabezar.
Incluso se me dijo que, en caso de quedarnos en la oposición, podría renunciar
e irme, a lo que contesté que si me decidía a aceptar sería para lo bueno y
para lo malo. Con todas las consecuencias.
Durante todo
este proceso se me pidió total discreción. De hecho, solo las dos personas más
cercanas a mí supieron desde un primer momento la propuesta que se me había
hecho. Nunca se me dijo que quien encabezaba la lista no era ya Juan José
Alonso Perandones, ni hablamos de otros candidatos, solamente de que algunos de
los anteriores concejales no repetirían en esta legislatura.
Finalmente, y
tras valorar lo que yo podría aportar a la candidatura y a la ciudad por la que
tanto he trabajado durante toda mi vida, desde diferentes ámbitos, acepté el
reto. Con decisión pero también con miedo. Y sobre todo con un gran sentido de
la responsabilidad ante el desafío en el que
me estaba metiendo.
Grande fue mi
sorpresa cuando, semanas después, se me convocó a una reunión para conocer al
resto de las personas que conformaban la lista y descubrí que quien la
encabezaba era la propia Victorina,
puesto que Juanjo – así nos lo vendieron
– había decidido dejarlo tras tantos años de dedicación, por cansancio
personal. De la lista que me encontré, decir que, a pesar de ser de Astorga, no
conocía a la mayoría. No coincidían conmigo en intereses o en edades. Pero en
principio no le vi impedimento a trabajar juntos. Por mi experiencia anterior
yo estaba acostumbrada a hacerlo con gente diferente. Y, si algo me había enseñado Victorina, en
los cuatro años que la tuve como concejala, era su idea y su capacidad de
trabajo en equipo.
Comenzó pues
la campaña, con gran ilusión por parte de algunas de las personas que también
eran nuevas en la lista y con las que hice buenas migas, al encontrar puntos de
sintonía y de interés común. Y también el gran batacazo. No se nos dejó
participar en el programa, que nos dieron hecho por parte de la ejecutiva más
experimentada. No se admitieron nuestras ideas para la campaña. Pero es que
tampoco existió tal. Eso lo sé ahora. En aquel momento di por supuesto, dada mi
inexperiencia política, que las cosas tendrían que ser así. Hoy sé que salíamos
a perder, ante las nefastas estadísticas que se manejaban a nivel nacional. No
había intención alguna, por parte de los grandes popes del partido en Astorga,
de presentar batalla.
La sorpresa
llegó el día de las elecciones. El recuento nos dio como ganadores – aunque solo fuera por 6 votos –
igualando el número de concejales con el PP. Esa misma noche, en la sede del
partido, yo no podía dar crédito a lo que veía y oía. Parte de nuestros
compañeros, los que acababan de abandonar el gobierno del ayuntamiento,
insistiendo e insistiendo en que lo que había que hacer era un pacto con el PP.
Nunca con el PAL, con quienes, habiendo obtenido 3 concejales, un pacto podría
parecer más lógico, máxime cuando en la
recién terminada legislatura se había mantenido uno con la UPL, partido de
similares características. En mi ignorancia política de aquel momento pregunté
por qué no se planteaba con éstos. Pronto descubrí que era una cuestión más
personal que ideológica. No voy a decir por parte de quién, porque es de todos
conocido. Así que, por todos los medios, y con la mediación de muchas llamadas
telefónicas, se intentó un bipartito PP-PSOE, que acabó con la propuesta encima
de la mesa de gobernar dos años cada uno, contando para ello con el apoyo del
otro.
Victorina
Alonso, junto a algún otro de los concejales electos, se negaba. Aún recuerdo
que yo misma planteé que había entrado en esa lista para apoyar al PSOE, nunca
al PP. Y que si el pacto llegaba a producirse, yo renunciaba inmediatamente a
seguir adelante. Ahora tengo muy claro que no les hubiera importado lo más
mínimo que así lo hubiera hecho
Finalmente se
renunció a un pacto que – a mi entender
– era “antinatura” y que respondía más a odios personales que a verdadero
interés por el bien del municipio. Y seguimos adelante. Días después, con la
abstención del PAL- UL, Victorina Alonso, era elegida la primera alcaldesa de
la ciudad y de sus pedanías.
En su idea,
crear un equipo fuerte y preparado, en el que los más veteranos pudiesen apoyar
a los noveles para sacar adelante un
objetivo común. Propuso formación, propuso actividades de ocio para crecer como
grupo. Pero todo fueron “peros” e impedimentos desde el principio. Se trató de
mantenernos aislados a unos de otros y se prescindió por completo de las personas
que nos habían acompañado durante la candidatura. Con un firme propósito, que
Victorina no tuviese a su alrededor demasiadas personas que la apoyasen en su
gestión. Y así pronto se comenzó a notar en las reuniones del equipo de
gobierno la acción de personas que mantenían actitudes constantes de ataque
hacia todo lo que hacía y decía la alcaldesa, sin tener argumentos sólidos que
defendieran dicha postura. Otras trataban de impedir dichas reuniones. Y se
planteó una crítica permanente sobre determinados miembros de la oposición con
el fin de dinamitar continuamente toda posibilidad de acuerdo puntual en los
diversos asuntos que se iban poniendo encima de la mesa. Me encontré con que,
aunque luego se me acusara, por parte de algunos “compañeros”, de que nos les
hacía partícipe de mis proyectos, prácticamente era la única que exponía en el
grupo las actuaciones que iba a realizar en las distintas concejalías que se me
habían encomendado, y que cuando proponía mociones en torno a temas sociales,
educativos o culturales, se me dejaban encima de la mesa con la disculpa de que
si no iban previamente consensuadas para su aprobación era mejor no
presentarlas que dejar que el resto de grupos se manifestará en contra de las
mismas, poniendo así de manifiesto nuestra debilidad numérica. He de reconocer
que, en ese aspecto, pequé de “políticamente
ingenua”. En estos cuatro años, no me he sentido apoyada en mi gestión más
que por la alcaldesa, y he tenido que sufrir la indiferencia de mis
“compañeros” de equipo, así como ácidas críticas de miembros del partido por
realizar una programación en la que he tratado de tener en cuenta a todos los
grupos sociales de Astorga, la diversidad de intereses y una apertura cada vez
mayor de la ciudad. Eso sí, he cometido el grave pecado de tener criterios
propios y de aceptar el consejo de otros agentes distintos a ellos mismos. Y
mientras muchos se avergonzaban del partido bajo cuyas siglas gobernaban, o han
gobernado casi treinta años, yo he defendido alto y claro su nombre, porque
creo que – a pesar de los errores que se
puedan haber cometido – el PSOE le ha traído a los españoles todos los
avances sociales de los que hasta hace muy poco estábamos disfrutando todos. Y
como yo SÍ CREO en la lealtad considero que los errores están para comentarlos
y subsanarlos, no para echárselos en cara a nadie ni para utilizarlos como arma
arrojadiza, máxime si, además, están causados por otros.
Y en cuanto
al partido… Esa es otra historia que continuará en breve.
Mercedes
Glez. Rojo
Exconcejala
del equipo de gobierno del PSOE.
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