Hace algo menos de un mes compartía con todos
vosotros, con todas vosotras, los relatos de dos jovencitas que, compitiendo
con un importantísimo número de escritores/as en edad adulta, de uno y otro
lado del charco, habían conseguido ser seleccionados para su publicación.
También os decía que no eran los primeros. Quiero compartir ahora éstos que sí
los son. No pueden prodigarse tanto como les gustaría en la escritura. Los
estudios les ocupan mucho tiempo. Pero ahí van, trabajando poco a poco, entre
deberes escolares, lecturas y otras ocupaciones propias de su edad.
Junto a los de ellas, incluyo el mío, aunque
evidentemente yo no soy tan joven. Ninguna de las tres vio el trabajo de las
otras hasta que todos estuvieron enviados.
Es mi
pequeño regalo de Navidad. ¡Qué los disfrutéis!
SACRIFICIO DE AMOR. Por Olivia Botas (15 años)
El sonido
ensordecedor de un disparo atormenta mis oídos. Su cuerpo interpuesto delante
del mío cae inerte. Rápidamente mis manos lo sujetan para evitar que caiga al
suelo. Su mirada perdida, la herida que sangra en su pecho y un silencio que lo
invade todo hacen que lo único que pueda escuchar sea mi corazón rompiéndose
dentro de mí, al compás del segundo disparo que marca el ritmo de mi muerte, la
buscada por quien quiso interponerse en nuestro amor.
SUEÑO. Por Mónica de la Cuesta (14 años)
Abro los ojos
sintiendo un cosquilleo sobre mi mejilla, suave y delicado como el latido de
una mariposa. El aroma a tierra mojada de esas tardes de primavera en las que
el espacio entre mis dedos se completa con los suyos inunda mi nariz. Sin embargo
una sensación de vacío invade mi pecho. Cierro los ojos y noto la caricia de
sus labios en mi frente. Veo su mirada, esos ojos verdes que aparecen en todos
mis recuerdos. Entonces me doy cuenta de que sigo soñando.
ROSAS EN LA FUENTE. Por Mercedes G. Rojo
Cada día
ella acudía a aquella fuente antigua y se sentaba con su cuaderno sobre las
piernas, escribiendo en él hasta que el sol desaparecía por el horizonte. Cada
día él la contemplaba desde lejos añorando los besos y caricias de su juventud.
Cuando ella comenzó a encontrar en aquel sitio aquellas rosas rojas que tanto
le gustaban, supo que pronto se reencontrarían de nuevo. Y con una sonrisa
sustituyó cada día la flor por uno de sus versos. Hasta que llegó el momento.