En la tarde del día 5 de noviembre, una nueva edición de L'ékole poetique, coordinada una vez más por Nuria Antón, abría sus puertas a una exposición para dar a conocer la labor de las Asociaciones de Alzhéimer. El artista invitado, Luis Artigue, que llenó la tarde de grandiosos versos. Y para finalizar un espacio de micro abierto en el que tuve la osadía de compartir con todos los presentes unos versos improvisados esa misma tarde para ellos, para su labor inmensa, para su dedicación y para su infinita paciencia con las personas que sufren este terrible mal que supone el olvido incluso de las personas más cercanas a ellas.
POR UNAS HORAS.
En esta
tarde de lluvia
he venido a
verte.
y no me
reconoces.
Cojo tus
manos mientras te llamo
“abuela”.
Y tú me
miras extrañada
preguntando
mi nombre,
empujándome
mientras me apartas.
Me armo de
paciencia
y comienzo
de nuevo el proceso
diciendo
otra vez mi nombre
como si de
verdad fuera un desconocido.
Vuelvo a
coger tus manos entre mis manos
y las llevo
hasta mis labios.
Luego, me
acerco para depositar un beso
en tu
mejilla.
Y tú te
sueltas
para sujetar
mi rostro entre los dedos
que también
enredas en mi pelo.
Y me miras a
los ojos.
Y me
estremezco viendo
como se
nubla con un velo de lágrimas
tu mirada.
Y escucho
salir un nombre de tu garganta,
un nombre
que no es mi
nombre
sino el
nombre de mi abuelo.
Y, entonces,
también mis ojos
se llenan de
lágrimas.
Y te levanto
de la silla para abrazarte,
y susurrar
tu nombre
mientras
tarareo en tu oído
vuestra
canción favorita.
Y me deslizo
por la sala
contigo
entre mis brazos.
Y veo como sonríes dejándote llevar
y eres feliz
por un momento.
Cuando llega
la hora de la despedida,
vuelves a mirarme con extrañeza.
Me preguntas
quién soy
mientras se
extravía de nuevo tu mirada.
Pero, a
pesar de la ausencia de tu mente,
me voy
tranquilo.
Porque sé
que por unas horas
encerrado en
el recuerdo de mi abuelo
he podido
hacerte feliz entre mis brazos.