Te mantienes impasible
ante el paso de los años
mientras guardas la leyenda
entre tus piedras,
descuidado el entorno en que te elevas,
mudo testigo del lento abandono de las gentes.
Rara vez las aguas transcurren, solitarias,
por el cauce que, seco ahora, aún atraviesa la pradera,
y en su murmullo se enredan,
con el viento, los ecos de palabras
que entrelazaron tu leyenda.
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