Lejos han quedado
los días
de henos, de
trigos y de vides.
Ya no suenan
junto a la rueda del carro
las jóvenes risas
de los mozos
buscando ansiosos
de las mozas el abrazo.
No chirrían los
ejes
ni sujetan su
carga los varales.
Hoy se ha quedado
prendido el cielo
en la quietud del
patio empedrado
mientras un arco
iris de flores
se derrama en
frágil y aromática carga
sobre un viejo
carro carcomido.
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